Hoy el viajero que arriba a Dakar, situada en la península de Cabo Verde (el punto más occidental del continente), se encuentra con modernos hoteles, con la Universidad Cheikh Anta Diop, la Gran Mezquita y la Puerta del Tercer Milenio, así como el Monumento del Renacimiento Africano. Sin embargo, la capital senegalesa continúa siendo un centro cultural y financiero importante, a pesar de que el proceso de descolonización le ha ido restando cada vez más importancia.
Por otro lado, cabe destacar que los primeros indicios de colonización se fueron dando en la Isla de Goreé, por lo tanto, los orígenes de Dakar en realidad hay que buscarlos en este islote, que se convirtió durante siglos en uno de los principales puntos para la exportación de esclavos hacia América.
Gorée es todavía hoy un centro de peregrinación obligado para cualquiera que visita la capital de Senegal. Pese a sus pequeñas dimensiones (900 metros de punta a punta) el islote conserva en sus estrechas y sombreadas calles toda la terrible historia de una época y el testimonio de su lenta decadencia.
En este sentido, no es apto concluir con que la presencia europea hizo demasiado impacto en las creencias religiosas, entre las cuales el Islam predomina de manera casi total, a veces mezclado, según las regiones, con tradiciones animistas.
Pues la abundante presencia de mezquitas indica el lugar que ocupa la religión musulmana en la sociedad senegalesa.
Tras el alto minarete de la Gran Mezquita, en dirección norte, se extiende la Medina, barriada donde conviven las más diversas etnias y que termina en el monumento a la independencia, un obelisco en el que se dibujan los símbolos nacionales (entre ellos el árbol del baobab) y la divisa del país: «Un pueblo, un objetivo, una fe».
Vía: Prensa Latina
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